jueves, 23 de enero de 2014

1ros Juegos Del Hambre - Dia Cero

Hoy pase mucho tiempo en este lugar, este será posiblemente mi último porro, nunca he sido capaz de fumarme la mercancía completa… pero esta vez es diferente. Después de Los Días Oscuros,  de ver a tanta gente sufrir y morir a manos de los agentes de la paz, tanta hambruna y desdicha que hubo en mi distrito, ya no me importa absolutamente nada, no conocía a los difuntos y ahora menos lo haré, lo único que me interesa es que mi familia haya salido bien de aquella masacre, por los momentos solo quería salir de la duda sobre eso que llaman Los Juegos del Hambre, no preste atención durante el cortometraje que hicieron para explicar las reglas de este evento, supongo que yo seguía bajo los efectos de mi querida “amiga”, cuando volví en mí solo vi a mi madre llorando desconsoladamente y mi padre abrazándola a ella y a mi hermana, yo solo estaba detrás de ellos sin expresar emoción alguna. Esta mañana estuve e escuchando los rumores de la gente y de la crueldad del Capitolio; una matanza en masa entre un joven y una joven de cada distrito, no he dejado de pensar muchas mierdas que se vienen a mi cabeza, ¿mi hermana será elegida?, ¿seré elegido? No quiero ni pensar que pasaría si los dos fuéramos a tal masacre.
Ya es hora de ir volviendo a casa para arreglarme y reunirme junto a mi hermana en la plaza central. Esta puede ser la última vez que me fumo un porro, puede ser la última vez que vea a mi familia y puede ser la última vez que me siente aquí y ver este increíble paisaje lleno de vida desde esta colina. Este es el único lugar que hace olvidarme a los desastres que pasamos debido a la guerra, la hambruna y pobreza de aquellas épocas. Es un paisaje nunca tocado por el hombre, natural e intacto, pareciera hasta bendecido por alguna clase de dios. El cantar de los pájaros y el ruido del agua fluyendo son la música que calma mi alma y me hace olvidarme del mundo, aquí solo existo yo y la naturaleza. Lo único bueno de aquella guerra fue que tuvimos que reconstruir el Distrito 7 completamente en otro lugar, si no fuera por eso nunca hubiera encontrado esta joya natural, pero era hora de irme y dejarla atrás. Es hora de ir a casa y escuchar el típico sermón de mi padre mientras me alisto para presentarme en la plaza.
Al entrar a la casa vi a mi madre peinando a mi hermanita Piper, se veía hermosa, parecía una muñeca de trapo, mi padre se acercó a mí con mi ropa en las manos.
- Estábamos esperando por ti Jared. Ve a bañarte y ponte este traje, tus botas están en tu cuarto - Me dijo mi padre entregándome la ropa.
Era raro que no me haya reclamado otra vez que me escape del trabajo. Todos los días nos vamos juntos al bosque a cortar los arboles de la zona junto a otro grupo de leñadores, pero solo trabajo medio turno, si es que lo que hago se le puede llamar “trabajar”. Una vida cortando madera me parece un desperdicio, no sé cómo a mi padre le puede gustarle algo tan trivial. Me parece irónico que el hijo del leñador más  trabajador y reconocido haya sido el más flojo y al que no le llame la mínima atención la profesión de su padre. Bueno, no creo que él se sienta orgulloso de mi forma de ser, pero uno no elige a sus hijos. Capaz debí tratar ser un poco más responsable por él.
Después de arreglarnos, mi padre me comento que antes de llegar a la plaza central para lo que ellos llamaban “La Cosecha”, que no era algo más que la selección de quienes nos representarían en los juegos, teníamos que inscribirnos en un libro para demostrar que estuvimos presentes durante la elección de los tributos. Nunca había estado en una fila tan larga, era una molestia esperar tanto solo para demostrar que nos presentamos a ver quiénes fueron los elegidos a morir. Aunque no fue del todo mal, pude ver por última vez al pueblo. Las casas hechas de madera de pino, con su toque rustico pero moderno, algunos de los vendedores que trataban de ganarse la vida vendiendo cualquier baratija y algunos adultos que ocasionalmente miraban la fila de reojo, con tristeza en sus rostros. De repente sentí como me apretaban la mano fuertemente, era mi pequeña hermana. Le pregunte que pasaba pero se quedó callada. Tenía miedo, podía verlo en sus frágiles ojos, unos ojos como los de un perro asustado, no podía soportar verla así. Le di un abrazo y le dije que todo estaría bien, nadie podría mandar a una niña tan frágil a unos juegos tan oscuros como ellos. Una lagrima pasó por su rostro, me miro a los ojos  y me dijo: “¿Qué pasará si te eligen a ti?”. Sus palabras retumbaron en mi cabeza, hasta el momento no lo había pensado seriamente pero me deseche la idea de mi cabeza rápidamente y con una sonrisa en el rostro, acariciando su cabeza le conteste: “Me devolverían por vago y buscarían a un tributo mejor”.
La plaza central no era tan diferente de otra parte del pueblo, era un lugar amplio rodeado por las casas de los habitantes y en su centro se encontraba una fuente de piedra, lo único resaltante entre tanto sucio y madera. Esta vez, frente a la fuente había una gran tarima con lo que parecía ser una pantalla enorme justo detrás. Mi hermana y yo nos separamos, nos organizaron por edad y sexo, ya quería que esto acabase. Elegirían a dos personas, un hombre y una mujer, que posiblemente nunca había visto en mi vida y empezarían los juegos; si ganase uno o muriesen ambos, no me importaría. Solo quiero regresar al mundo que conozco.
Al rato, unos tambores empezaron a retumbar por la plaza. Algo me decía que esos tambores serian la apertura a una pesadilla.
Escrito por Andres Piñate y Luis De Ornelas